«DIME, Padre común, pues eres justo,
¿Por qué ha de permitir tu providencia
Que, arrastrando prisiones la inocencia,
Suba la fraude a tribunal augusto?
»¿Quién da fuerzas al brazo que robusto
Hace a tus leyes firme resistencia,
Y que el celo, que más la reverencia,
Gima a los pies del vencedor injusto?
»Vemos que vibran victoriosas palmas
Manos inicuas, la virtud gimiendo
De triunfo en el injusto regocijo.»
Esto decía yo, cuando riendo
Celestial ninfa apareció, y me dijo:
«¡Ciego! ¿es la tierra el centro de las almas?»
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